Es una máxima periodística personalizar las noticias. En el caso que nos ocupa, el preso Israelí Gilad Shalit, que lleva tres años en esa condición, conocemos su cara, su edad, la preocupación y los testimonios de sus padres e incluso cómo la sociedad israelí vive su drama.
En cambio, no se nos ha informado de uno de los nombres de las presas palestinas, ni de sus fotos, testimonios de padres o amigos. Tampoco de la situación de los 11.000 presos palestinos (algunos, presos desde hace décadas), ni del drama de sus familias. Una vez se hizo el cálculo del porcentaje de familias palestinas que tenía o ha tenido presos, muertos, torturados o heridos, derribos de casas, expropiaciones, etc., a manos israelíes. Era terrible. Pocas de ellas habían encontrado “personalización” en los medios occidentales. Parece necesario recordar que, si se mantiene la complicidad de aceptar los hechos consumados israelíes, la resistencia continuará, y si no se informa de que hay una ocupación sistemática y un apartheid en la política israelí (¿alguien ha informado de una huelga general de los “ciudadanos” árabes israelíes este 1 de octubre por la política racista israelí hacia ellos?), no se comprenderán los estallidos continuos de violencia.
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