La autora conoce Gaza y sus gentes. Ha estado varias veces. Se ha empapado de sentimientos de las personas que sufren el acoso y la persecución del ocupante israelí. Gaza es una prisión. Los sionistas, con la complicidad occidental, son los guardianes de la mazmorra.
Cristina Ruíz-Cortina quiere que lo sepamos. Quiere que conozcamos lo que ocurre y lo que ha ocurrido en el verano del 2006 en Gaza. Frente a la invasión israelí a El Líbano, se produjo el silencio de los medios de comunicación sobre lo que estaba sucediendo en la retaguardia de la ocupación. El destrozo de la central eléctrica, el quebranto de la red de alcantarillado, la depauperización, aún más, de la población
Las muertes, los asesinatos
Va poniendo nombres, biografias breves, alguna foto de las víctimas. Todas esas que no han tenido, en el mejor de los casos, más que unas breves líneas anónimas de las matanzas diarias sionistas.
Construye el caleidoscopio de la ocupación. De la complicidad occidental, del abandono palestino
Es un libro triste. De los que no querríamos leer, ni conocer, porque trata de la injusticia impune que se está cometiendo delante de nuestros ojos. El genocidio lento, aburrido de tantas veces oido y no resuelto, que se está implementando con el pueblo palestino. Pero es un libro que reclama nuestra intervención, el cortar con el cinismo y la palabrería huera de aquellos que, por sus actos o por falta de ellos, son indiferentes ante el drama palestino. Al final de su lectura te impone ‘el hacer algo’. Las miradas de las personas retratadas, hombres, mujeres y niños y niñas palestinos, su sencillez, su humildad, su dignidad ante el atropello vital que se realiza contra ellos, reclama por identificación humana una respuesta del lector.
Esa quizá sea la pretensión de la autora, golpeada por el sufrimiento de las víctimas y sus parientes y reconfortada en muchas ocasiones, no todas dados los brutales castigos que reciben, por esos ‘volver a empezar’, tras el desastre diario, que tienen las gentes palestinas.
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